🎙️ Charleta científica y emotiva con A. y B.: "El amor es una droga"
Probando, probando... 1,2,3.
Una conversación, miles de dudas. ¿Qué coño es el amor?
La verdad, no lo tengo del todo claro. Cómo se elige el valor del amor. Cómo saber si es la persona. Cómo se escucha al cuerpo entero. Cómo se deja ir sin culpa. Cómo saber perdonar. Cómo parar y encontrarte. Cómo saber si lo que estoy eligiendo, es lo que realmente quiero. Pero empiezo a intuir varias cosas. La primera, el amor es algo incomparablemente valioso. No se trata de querer más, sino querer mejor. No dejar pasar por alto lo importante por enredarnos en lo urgente. De escuchar más que hablar. La segunda, de dejar ir cuando ya no tiembla el corazón. De preguntarse con total honestidad: ¿esto es amor o es pura inercia? ¿lo vivo o lo soporto? No sé si hay respuestas para todas las preguntas. Pero sí hay una certeza a la que rezo y bendigo cada noche: la intuición. Cada vez que he ignorado alguna señal de: “no es aquí”, algo en mí se ha marchitado por dentro. Dejo de ser dueña de mi vida y me pongo a disposición del gurú de pacotilla que recita ese “todo saldrá bien”. Una mierda. Es que a veces no hay que llegar hasta el final para saber que no es correspondido. Uno lo nota, sobre todo, en la piel, porque el amor solo existe en el calor de dentro; si no, no es amor. Deberíamos quedarnos donde la luz nos devuelve, donde basta con estar, sin más. Pero tampoco creo en eso de morir lleno y completo, al menos, no de cosas, ni de logros. Quizá es más bien lo contrario: vaciarse. En llegar al final con las manos sucias de haber luchado, con el alma sudada, con la voz desgarrada de quien ha dado todo por amor. No todos los que aman ganan, no todos los que pierden se rinden. Y en el fondo, esto ya lo sabemos: la forma en la que abrazamos la pérdida —o la negamos— es la que decide cómo seguimos adelante; es imprescindible perder para no seguir perdiendo. Como aquello de Jodorowsky: “lo que das, te lo das; lo que no das, te lo quitas”. El amor no ocupa espacio, sino hace sitio al otro; un cobijo para dar y cuidar. Para quedarse. Sinceramente, creo que puedo querer mejor.
Nunca somos tan poderosos como cuando nos enamoramos y somos correspondidos. No hay sustituto que valga, ni noches de sexo desenfrenadas, ni tampoco esa falsa plenitud de saberse deseado. Nada se parece a ese momento en el que te ves reflejado en los ojos del otro. El amor a baja temperatura no existe, porque no sirve. Soy de aquellas personas que cree que el amor es lo único que puede salvarnos. Lo creo yo, lo cree mi abuela, lo creen todas las mujeres que me preceden, y tal vez Dios también (qué hartazgo debe de sentir, cada noche le frío la oreja a plegarias y rezos). Qué razón tienen A. y B.: en el amor no todo vale. Es más, no debe. El amor siempre tiene que ser camino y nunca el destino final; y tal vez empiece, como casi todo lo importante, por uno mismo. La fe en tu mirada, en las palabras y especialmente, en lo que haces cuando nadie te está viendo.
“god, love is more strange than numerals more strange than grass on fire more strange than the dead body of a child drowned in the bottom of a tub, we know so little, we know so much, we don’t know enough.” ― Charles Bukowski, On Love.
En La charleta hemos venido a hablar de lo que importa: lo que llena el corazón, lo que no se ve pero se siente. Si os apetece, podéis dejar por aquí abajo vuestras ideas, intuiciones o simples ganas de conversar. Gracias por estar, por acompañarme en este rincón compartido. Qué suerte esto.
Feliz fin de semana sin prisa,
Sofía
Graciiias por compartir con nosotras ese espacio para expresarnos gordi❤️
La intuición es un poder humano!