Ser feliz no es tan complicado como nos han hecho creer. No hacen falta fórmulas secretas, ni rituales de luna llena, ni esas listas interminables y aburridísimas donde apuntamos todo lo que no somos (pero soñamos ser). Objetivos bonitos, sí. Pero casi siempre derrotados antes de empezar. No son necesarios muchos amigos, ni gente a nuestro alrededor, ni éxito, ni viajar al Caribe. Yo soy feliz —feliz de verdad— al menos dos horas al día. A veces más. El resto de horas me las paso: concentrada, trabajando, distraída, escribiendo, hablando o comiendo. No necesito una isla paradisiaca, ni delfines haciendo acrobacias, ni un mojito en CBbc Cala Bassa con una pajita ecológica, de cartón, que se acabará deshaciendo en cuanto le dé un par de tragos (las odio, por cierto). No hace falta esperar a que sea verano, y con verano me refiero a esa imagen de estar con tu crush en medio del Mediterráneo dándote la combi completa. Tampoco es cuestión de estar delgadísimo ni gozar de una casa enorme con un barco al lado. No es necesario comprar el iPhone 273, ni gastarse un dineral en el último —o el primer— Birkin (siete millones se ha dejado el colega, ¡toma ya!), ni qué decir de los jeans que ya tienes repetidos un número total de diez veces, que son exactamente iguales salvo una hebilla minúscula, un dobladillo o una cremallera. Mucho menos hace falta ser productivo todos los días del año porque es totalmente imposible y por imposible pediría volver a cenar una vez más con mi abuelo. No hace falta hacer grandes locuras, ni tener tres amantes, ni grandes amigos, basta con tener cuatro personas que respetes y quieras a morir, que hayas compartido las sombras de los días grises y los domingos de terraza y cielo azul, alguien que te haya ayudado en un momento crítico o tú a él/ella. Para ser feliz no hay que saber pintar como Picasso o Monet, ni escribir como Proust ni Borges (nadie se puede comparar con estos cuatro personajes, ni siquiera ellos mismos se pueden comparar entre sí). Tampoco es necesario que alguien se despierte al otro lado de la cama y te soporte quiera todos los días de la semana. No hace falta que los hombres dejen de llevar pantalones pitillo, o riñoneras, o lo que es aún peor, los trucker hat con redecilla. No hace falta dejar de hablar a todos los ex, ni dejar de hacer trampas a las cartas. Ni siquiera es obligatorio ir a Londres, Suiza o París una vez al año. Ni llevar bufandas de lana, ni jerséis de cashmere, ni los pijamas de seda japonesa con iniciales bordadas. Se puede dormir con una camiseta vieja y larga y seguir soñando igual de bonito. No es necesario ganar ninguna carrera, ni ningún otro premio. Se puede comer jamón y queso que no sean de primerísima calidad. No es necesario salir guapa en todas las fotos, ni ser elocuente todo el rato, está bien soltar alguna perla absurda, es más, soy partidaria de soltar todo el sinsentido del mundo para dejar paso al ingenio. No hace falta ir por la vida repartiendo desprecio para creerse importante. De igual manera, no es necesario ser la mejor en matemáticas, ni en clase de pilates, ni en ningún deporte. Escribía Jorge Guitián: “Se trata, simplemente, de buscar lo que a ti te gusta. O de encontrarlo, a veces, por sorpresa. De decidir, de elegir y de dejar de obsesionarse. De disfrutar, en definitiva, del viaje, de las vistas o de la mesa”. Oscar Wilde también sabía de lo que hablaba: “Un bello paisaje, una hermosa jornada, un libro selecto, ¿Qué más necesitáis para ser felices? El sol resplandece por dentro”. Para ser feliz solo necesito dejar que las cosas sucedan, junto a mis errores y mis ganas de vivir. Sentir sin medida, estar con los míos, querer muchísimo, escuchar con el corazón bien abierto. Ver luz cuando todo lo demás está apagado.
Cosas que han pasado estos días y que me han hecho muy feliz:
Decenas de millones de nanoagujas podrían sustituir las biopsias de cáncer. En el King's College de Londres han creado un parche con decenas de millones de nanoagujas capaces de recopilar información molecular sin dolor, sin cortar, sin dañar. Podría sustituir las biopsias tradicionales. Permitirá seguir de cerca una enfermedad sin herir más el cuerpo. Lo pienso y me dan ganas de aplaudir como de llorar. También siento alivio. Para leer más: La cara buena del mundo.
Recreando los deseos de Oscar Wilde, mi libro selecto para este mes de julio. Sin dudas, sin vaciles, es este: Apegos feroces de Vivian Gornick. No puedo parar, estoy enganchadísima.
El 12 de julio, en la versión impresa de El Mundo, alguien —no sabemos quién— publicó una esquela anónima, a página completa, dedicada a Lola. Veinte años después, ese amante la sigue recordando. No hay nombre, no hay firma, solo amor.
Querida Lola, amor mío, / hoy hace veinte años que te fuiste. / Cada día y cada noche / he pensado en ti, / y he soñado contigo. / Jamás habrá un ser humano como tú. / Sólo quiero estar contigo. / Te quiero.
Qué forma tan brutal, y maravillosa de gritar desde el silencio. De escribir con tinta lo que ya no puede decirse en voz alta. De recordar que hay ausencias que no terminan nunca. Y hay te quieros que siguen vivos aunque ya no haya nadie al otro lado para escucharlos.La nueva iniciativa de la revista 1000palabras. Nace entre Madrid, Ciudad de México y Rosario, con espíritu multilatino y formato fanzine. ¡Ya está en preventa el primer número! No es digital, no tiene prisas. Es de esas cosas pequeñas que se hacen con cuidado, con tiempo y con mucho mimo. Una revista para leer con café y un par de croissants.
Fotografía de Paula Jaro. Ella es lo más, y esta foto que ha colgado recientemente solo invita a encerrarte ahí, no hacer nada y dormir. A veces, eso es lo único que uno necesita para ser feliz.
Feliz martes sin prisa,
Sofía
Lo que uno necesita para ser feliz es leer tu newsletter 🫰🏼
El gran amor se crea en pequeñas dosis. Te quiero!!