La vida real nunca está a la altura de nuestra quimera. Por eso necesitamos añadirle un poco de artificio, fantasía, chispazo, emoción y desvarío. La fantasía, la verdadera, la infantil e inútil, nos rescata un poco de esa realidad en la que vivimos, (no sé dónde leí que conviene escaparse de la realidad, al menos, diez minutos al día, entrar en nuestro mundo, darle la espalda a la rutina por un rato). Woody Allen ya lo intuía, que la realidad es un fracaso absoluto, por eso existe la necesidad vital de la ficción, de la imaginación y de los sueños como salvavidas. Lo define genial la palabra nitofilia: placer por crear escenas irreales en nuestra cabeza. Para un niño, no hay jerarquía entre lo real y lo inventado, están al mismo nivel de calidad y de autenticidad, no hay nada que arreglar todavía, ni explicaciones de ningún tipo, todo está intacto. Entonces, ¿qué mejor forma de fantasear que hacer la maleta? ¿Qué es viajar sino el arte de mirar distinto? En el fondo, las personas no buscamos lugares, buscamos emociones.
Viajes sencillos, sin prisa, desconectar para conectar:
Hotel Boutique Bidaia, San Sebastián. El norte y su mar como curandero de todas las penas. Este Hotel Boutique cuenta con 17 habitaciones, en pleno corazón de Gros. Un interiorismo que flipas, obra del genio de Lucas Alday. Se encuentra a 15 minutos del centro, ideal para luego pasear y ponerse mico de pintxos y buen vino. Un hotel bastante pagable, cercano y de calidad.
Hotel 25 hour Florence Piazza San Paolino. Es una cadena de hoteles; el de Florencia es de los hoteles más originales en los que me he hospedado. Vintage, retro, acogedor y divertido. Basado en La Divina Comedia de Dante, ofrece habitaciones divididas entre Inferno (rojas, como de cabaret) y Paradiso (con luz clara y ángeles barrocos). En temporada baja, una habitación cuesta menos que salir a cenar en Madrid.
Nada de jacuzzis horteras ni cigar clubs para ejecutivos divorciados, el Hotel Briol en Barbiano —un pueblo pequeño cerca de Bolzano, Südtirol— presume de tender las sábanas blancas de lino al sol, eso ya lo dice todo del sitio.
Hotel Les Terrasses d’Èze ubicado en lo alto de la Côte d'Azur, entre Niza y Mónaco. La vida se ve bonita desde aquí, todo invita (sobre todo sus vistas espectaculares) a alabar el Mediterráneo una y otra vez. Si esto fuese un anuncio de estrella Damm, llevaría la típica frase: aquí se está Mediterráneamente bien.
Alava Suites. Coincidí con María, la dueña, en Madrid: un verdadero encanto. Seis suites blancas, pensadas con todo lujo de detalle. Tiempo lento en Lanzarote, brisa suave, luz natural. Aquí no se viene a ver más, se viene a doler menos. Sí, sí, sí.
Hotel Quinta da Bella Vista. Un hotel de lujo de 5 estrellas ubicado en Madeira, Portugal. Se trata de una villa histórica transformada en hotel boutique, famosa por su ambiente elegante, tranquilo y servicio exclusivo (sus jardines huelen a buganvilla y jazmín, ¿qué más se puede pedir?). Ideal para celebrarlo todo —o simplemente como capricho.
Bueno, esto no es un hotel, pero como si lo fuese. La casa de Carlota Weberm. Siempre llena de flores y libros, de luz natural, de cuadros, el toque justito de moderna, sin esa cutrez de lo excéntrico, un poco bohemia, un poco sofisticada, como una amiga que ha vivido en cinco países, que sabe mirar y que te lo cuenta todo mientras abre una botella de vino blanco. Si tuviera que ponerle nombre a esta casa sería: Cosmopolitan Beach House. Crush eterno.
Todavía no es oficialmente verano, pero el termómetro va por libre. Propongo cambiar las estaciones y rehacer el calendario: el verano empieza con el primer helado de mayo. No hay mayor privilegio que reunirte en verano con la gente que más quieres, ver el mar, hacer hikes, perderte, encontrarte, conectar y desconectar cuando a uno le dé la santísima gana. O tumbarte en la toalla con la única intención de no hacer nada, hasta que te interrumpan los grititos de los niños tocahuevos de al lado, que han decidido pelearse por quién coge las palas para construir el castillo más grande de arena. Eso también es parte del viaje. Creo que es el primer verano que me siento más sola y menos sola a la vez. Otra cosa que tengo clara es que mi abuelo no está en el cementerio, está entre el horizonte azul que separa el mar y el cielo, justo ahí. Y son las siete de la tarde, nos acabamos de duchar, el pelo húmedo moja nuestros hombros, nos arreglamos, hay un musicón que se escucha desde el baño, es jueves; sin duda, esta es la mejor sensación del verano en cualquier viaje con amigos.
Feliz martes sin prisa,
Sofía
El verano empieza con el primer helado de mayo o con la primera cena en una terraza con amigas 😉
Cada día me gusta más!!